La tarde repleta de
miedo, por los extraños colores de su
atardecer, se rompió en mil pedazos sobre
aquella playa
jubilosa.
Cuando la noche alcanzó la ciudad y el silencio
se apoderó de sus calles, un recuerdo lamía
locamente el pensamiento de Atho. "Ha
pasado mucho tiempo, prometí volver, más, no
puedo encontrar el camino que comienza nunca; mi
vida necesita una luna y un amor impregnado de
alegría e inmensidades que no huy
El silencio y el pensamiento de Atho fueron
juntos a caer en la sombra que no tiene fin, la
nostalgia. "Me gusta estudiar cosas raras: Hebreo,
árabe, alquimia, cábala, jeroglíficos
egipcios, algo... aunque este camino no me lleve
a parte alguna. Esto me da una clase de
felicidad que me acompaña en este último
trecho de mi caminar por este mundo, mundo cada
día, más desconocido para mí. El individuo es
un ser racional desesperado por la decepción de
lo que él considera posible".
Mientras, el
escenario en su mente era un territorio surcado
por ríos limpios y cantarines, aromas de pan
recién salido de horno de leña, risas de
niños que juegan en el bosque junto a los
elfos. Páginas de bellos libros leídos en
soledad. "Se está creando en este mundo un sistema
que es una fábrica de excluídos, se pretende
prescindir de los seres humanos y esto resulta
terrible. Alguien te despierta con alguna bajeza
de este vivir globalizado. Mi respuesta es el
silencio que borra las palabras
estúpidas".
Atho se había levantado con pesimismo, pensaba
que el cielo estaba desde hace tiempo lleno, que
en ninguna parte hay ángeles con alas que
transporten un mensaje divino de esperanza. Que
a pesar de eso, esperaría la muerte con la
sonrisa en los labios ¡Ninguna espina en los
tallos que sustentan el cariño por sus
semejantes, ningún amor olvidado! Si
tuviera la esperanza apagada y sus fuerzas
disminuídas, temblarían sus recuerdos y
lloraría sus amores perdidos. Si un día su
amor renace en la alegría, con toda la pasión
de su ser, con la cara llena de luz, destapará
sus sueños y como alas de gaviota, una al
cielo, otra al mar, abrazará la vida en toda su
inmensidad. Huída rápida del
olvido.
Sintió inquietudes extrañas que atascaban el
ruido de los pensamientos en los amores pasados.
Y además, aquel día, en el esplendor de la
primavera, estaba allí, en forma de hada la
mujer que había estado junto a él en el café
Regina y le había sonreído. El amor estaba
llegando. Lejos, sobre las montañas, se
deprendió una estrella que quería unirse a la
tierra.
Un racimo de sentencias seguían entrelazadas en
su corazón enamorado: "Es tan grande el
amor que por eso no se puede soportar por mucho
tiempo. Más la sensación de estar enamorado es
siempre una aventura de fascinación. Lo
importante es amor, no el Amor. En el amor no es
la cercanía, sino la calidad de ese momento, lo
que le hace
hermoso".
"Qué teje con más fuerza nuestro destino,
lo que hacemos o lo que dejamos de
hacer?"
"Tengo que seguir adelante -sea cual fuere el
camino que ahora estoy recorriendo-, giraré a
la izquierda, -dirección del incosciente, del
mundo de la imaginación y la fantasía-,
cruzaré el puente levadizo -esta división
entre este mundo consciente y el mundo interno
de mi imaginación- y así podré llegar al
castillo del Grial, el lugar de curación
milagrosa. Espero que mi curación no esté muy
lejos, ni en el espacio, ni en el tiempo; espero
que tenga lugar en mi vida todos los días
venideros".
"Tampoco deseo ser insaciable, pues
recuerdo que decía Platón: El hombre de deseos
insaciables es como un tonel agujereado que se
pasa la vida intentando llenarse acarreando agua
en un cubo igualmente
agujereado".
En la
vida hay momentos felices, momentos pequeños y
otros momentos felices pequeños, llenos de
esperanza, dudas y siempre llenos de amor,
siempre llenos de esperanza, abrazados como la
hiedra al arbol de la vida.
En uno
de eso momentos se encontraba Atho.
Atho
de Jazaría España
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