PRESENCIA
Evoco el nombre azul del mar,el grito lejano de la gaviota,
el otero brumoso, el perfumado
rumor de las acacias,
su permanencia ciega.
Llega la luz callada de la tarde te observo cuando vienes desde el fondo del tiempo,
descubro en tus pupilas un cuerpo diluirse,
un cuerpo de hombre hueco, y la hojarasca turbia,
el presagio latente de una dicha.
Nunca se agota el mar. Más allá de los pinos, detrás de la memoria, toco su escama antigua,bebo su carne húmeda, su piel salobre.
Tu mano está poblada por bandadas de pájaros.
HOGUERAS
Presencia azul, de océano. Los animales nuevos
del alba se persiguen, son muchachos que juegan
en la cal de su infancia, adentro de su edad
rutilante y desnuda; hileras de animales
(las cigarras, los grillos, élitros que confunden
las horas del estío), la voluntad latente
del mineral que duerme, las teas encendidas
como tirsos dolientes sobre la tierra áspera.
Una llaga de fuego, un golpe de ceniza
sobre la frente. Horas iguales a otras horas
en el cielo surcado por aves sin medida.
REPARTO DE SOMBRAS
Las tinieblas extienden esporas de metal
alrededor del viento, serpientes irisadas
con las fauces desiertas amenazando el alba.
Cuando pupilas mudas se acercan indefensas
abre el miedo sus cuencas insondables,
sus redes pálidas, su vegetal tristeza.
Y si unas manos llegan desnudas, sus enigmas
descubre, sus descarnadas rocas, su oscuridad
cerrada, su cuchillo de brumas. (Desconfío
del ave, de sus círculos, aparto los insectos
que ambicionan arder entre sus llamas.)
Se oculta tibio el miedo entre los huesos
(aborrece la yema que presagia la altura,
el tierno comezón que elabora los frutos).
Jamás sabrán los dedos por qué se han demorado
Separando las alas del insecto. Ahora siento
su hielo aproximarse hasta el cristal atroz,
y mostrarme su llaga mientras va penetrando
mi amarga anatomía, hasta ocupar mi cuerpo.
CUERPO NOMBRADO
Quiero nombrar tu cuerpo, tu oscuridad, tu lumbre,
el pecho que se inflama,
tu savia azul, el río de tus astros.
Quiero nombrar tu cuerpo, tus caminos,
el laberinto tibio, las girándulas,
el sexo umbrío, las vísceras ocultas,
esa linfa secreta que va trenzando el tiempo.
Quiero nombrar tu cuerpo, los murmullos,
los labios cuando besan o nombran otros cuerpos,
el fuego de la lengua, la humedad de la piel.
tu saliva que es áspera y amarga.
Quiero narrar tu espalda añil que delimita
con un dios impreciso, inabarcable.
FILOLOGÍA
He amado las palabras con mi hambre más honda,
sentí su piel de musgo muy cerca de mis labios,
su ceniza y su luz coronando mis dientes,
diluirse en mi lengua, caer hacia el profundo
abismo de mi carne. Muy lenta, y torpemente,
como a aves fugaces, perseguí las palabras.
MADRE
Abrí los párpados en medio de la noche
y tú estabas allí, insomne, aguardando
la lenta aparición, la inminente presencia
de la luz, del alba que no llega (del fuego
que regresa de una estación desierta)
y tú estabas allí, profunda y blanca,
tendida sobre la multitud de los instantes,
apartando la turbiedad confusa de mi sueño,
labrando el tiempo firme, inmóvil, de la muerte
(la edad remota de insectos transparentes
y arroyos escondidos) con su amargura
de mano inalcanzable, de boca detenida
sobre la frente nueva, de beso que separa
el porvenir, y lo devuelve al seno de la tierra,
al estallido ciego de otra edad. Abrí los ojos
y tú estabas allí, mirándome, en medio de la muerte.
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