Poemas de los mares, las memorias

 

 

 

SUEÑO ESPECULAR

Amo las gaviotas que se alejan
con una rosa inmóvil en su espacio.

Más allá de todo dios
ansío esta quietud
de líneas paralelas.

Adivino otro mar,
otra arena de azogues
en el hueco del alma.

Como la rosa
que se vierte a sí misma,
siempre así.
Siempre así,
sobre la línea ciega
que se eleva hasta el sol.
Así,
bebiendo en cada agua,
temblando en cada labio.

 

 

 

Anteo  

 

 

 

LA LLUVIA Y LOS PÁJAROS

                                                            a Diego Granados

Los días se parecen a los pájaros
—vienen y luego van— y siempre dejan
una herida de luz. Huele a musgo
su vuelo, a países de escarcha,
a savia de madroños escondidos...

(Hay una fuente oculta que derrama
blancos ríos de sed, y un campanario
azul, mecido por el viento).

De qué cielo, de qué elevada dicha,
los pájaros descienden. De qué amor.
Los días se parecen a los pájaros,
igual tristeza dejan cuando pasan,
la misma oscuridad, igual silencio.

 

 

 

Lluvias

 

 

 

LA LLUVIA

El agua deslíe la conciencia, una a una
empapa las imágenes, se agitan sus reflejos,
tiemblan sólo un instante sobre la herida. Nunca
acabará la lluvia. En la memoria llueve,
vuelvo a ver los charcos de la infancia, una manta
empapada sobre vagas cabezas, y un rostro
muy fugaz de mujer. Siempre estuvo lloviendo,
los pájaros perdidos buscaban entibiarse
en nuestra sangre. Aquella boca de tibia luna
enmudecida y fría, sobre la yerba húmeda...
¿A dónde lleva el agua esas semillas?, ¿en qué mar
desembocan?, ¿en qué madre germinan?, ¿acaso
el alma es tierra y luego, ya en sazón,  fructifican
bajo el temblor de la memoria? Tocar el mundo
con nuestras manos ciegas, y luego, en el recuerdo,
otro mundo renace más intenso. Aquella
mano posada sobre el tiempo, aquella frente
con su gesto de arcilla, y este turbio afán
del hombre por alzar su casa derruida
bajo la tempestad, esta inquietud de abrir
en las ondas de todos los regatos la entraña
encendida del musgo. Sí, ¿en qué océano
en qué lecho se vierten las palabras?, ¿qué muelles
refugian a sus barcos? El cielo es agua quieta,
y el polvo, y los vestigios que espejean y abrasan
en su luz la conciencia. Náufragos todos bajo
idéntico aguacero, peregrinos del sueño,
creciendo sobre el pecho del tiempo, sosteniéndonos
sobre la mano incierta de un dios que nos ignora.

 

 

 

Los días y los pájaros

 

 

 

(DANZA)

Los juncos se movían,
las ramas de los álamos,
la hojarasca,
el agua en el estanque,
las agujas del pino.

Y más acá
la sangre de los hombres
se mecía también,
poseída
de tanto movimiento.

Y más, y aún más acá,
ya en el centro del alma,
temblaban las palabras,
al golpear los labios,
para nombrar, sin más,
los juncos del arroyo,
el rumor de los pinos,
la sangre, la hojarasca.